«En
la década de 1930, como reacción a la Gran Depresión y el auge del
fascismo, miles de estadounidenses se afiliaron al Partido Comunista.
Cuando los Estados Unidos se aliaron con la Unión Soviética en la
Segunda Guerra Mundial, se afiliaron muchos más. Dalton Trumbo,
guionista y defensor de los derechos de los trabajadores, se
convirtió en miembro del Partido Comunista en 1943. Pero la Guerra
Fría cubrió con un manto de sospecha a los comunistas americanos».
Así comienza Trumbo. La lista negra de Hollywood
(Trumbo, 2015, Jay Roach), con unas sobrias letras blancas sobre
fondo negro.
A la par que los hechos
relatados al comienzo del filme, tiene lugar un fenómeno interesante
sucedido en la industria cinematográfica estadounidense. Ya desde
finales de los años veinte y durante toda la década siguiente,
había en Hollywood una especial atracción hacia los temas políticos
y sociales. De ahí que durante los años posteriores al crack de
1929 la industria produjera una multitud de películas muy avanzadas
para la moral de la época, tratando temas como la pobreza y la
prostitución. Esto fue posible ya que a pesar de la existencia del
Código Hays, en la práctica no se aplicaba. Por
citar sólo unas pocas, se han convertido en imprescindibles,
producciones de aquella época como Safe
in Hell (1931, William A. Wellman),
El expreso de Shanghai
(Shanghai Express, 1932, Josef von Sternberg),
La pelirroja (Red-Headed Woman,
1932, Jack Conway), Carita de ángel
(Baby Face, 1933, Alfred E. Green) y Hembra
(Female, 1933, Michael Curtiz) entre otras.
Pero esta deriva
izquierdista de la industria cinematográfica enseguida puso
nerviosos a los sectores más conservadores de la sociedad americana,
la consecuencia más inmediata fue la constitución en 1938 de la
Comisión de Actividades Antiamericanas. Si bien durante la Segunda
Guerra Mundial todo quedó un tanto parado, nada más concluir el
conflicto la actividad de la susodicha Comisión se dispararía. La
psicosis colectiva por el auge del comunismo y la división interna
de la propia industria alimentarían durante muchos años la más
infame persecución que un país democrático haya llevado a cabo
jamás contra sus propios ciudadanos por sus ideas políticas.
Al término de la Segunda
Guerra Mundial, Dalton Trumbo es un reputado guionista estadounidense
que no para de trabajar. Estamos en 1947 y Trumbo vive con su familia
en un agradable rancho en el norte de Los Ángles. En esta década
dorada escribe multitud de guiones para el cine como
Espejismo de amor
(Kitty Foyle: The Natural History of a Woman, 1940, Sam Wood), Dos
en el cielo (A Guy Named Joe, 1943,
Victor Fleming) o Compañero de mi
vida (Tender Comrade, 1943, Edward
Dmytryk), además de las novelas Johnny cogió su fusil
(1939, Johnny Got His Gun) y The Remarkable Andrew (1941) y la
obra de teatro The Biggest Thief in Town (1949).
Trumbo, quien se había
afiliado al Partido Comunista de los Estados Unidos durante la
guerra, era un gran defensor de los derechos de los trabajadores,
motivo por el cual participaba activamente en las manifestaciones y
huelgas que se estaban convocando en aquellos años. A pesar de su
buen nivel de vida, peleó por toda aquella gente que no recibía una
justa compensación por su trabajo. Estamos hablando de los
trabajadores de los estudios, no sólo eléctricos, carpinteros y
albañiles, sino también de actores y escritores. Con el foco
mediático empezando a apuntar hacia Dalton Trumbo, la MGM le ofreció
uno de los mejores contratos jamás firmados en Hollywood,
convirtiéndose así en el guionista mejor pagado del mundo. Aunque
este intento por comprarle para que se alejara de la polémica
no tendría la más mínima influencia sobre él.
En septiembre de 1947
Trumbo, junto con 18 personas más, es citado a declarar ante la
Comisión de Actividades Antiamericanas. Era precisamente la gran
capacidad de influencia del cine en la sociedad lo que hizo que la Comisión se fijara en la industria cinematográfica para destapar la
caja de pandora. Para los que defendían ideas más progresistas, la
Comisión no tenía derecho a investigar las orientaciones políticas
e ideológicas de los ciudadanos y la consideraban
anticonstitucional. Los más conservadores la defendían escudándose
en la idea de que la Comisión debía investigar lo que ellos
consideraban una “posible amenaza”.
Las vistas se iniciaron
el 20 de octubre de 1947 en una sala atestada de periodistas. La
película combina hábilmente imágenes de archivo reales de las
audiencias con partes ficcionadas. Los bautizados como Diecinueve
de Hollywood discrepaban en cuanto a la táctica a seguir en las
declaraciones ante la Comisión. Mientras algunos abogaban por
admitir su pertenencia al Partido Comunista,
otros lo consideraban inaceptable. Algunos de los nombres más
ilustres de estos 19 son: Bertolt Brecht (dramaturgo, escritor y
guionista alemán), Edward Dmytryk (director canadiense hijo de
inmigrantes ucranianos), Larry Parks (actor estadounidense), Robert
Rossen (productor, director y guionista estadounidense hijo de
inmigrantes rusos) y Dalton Trumbo (dramaturgo, escritor y guionista
estadounidense de ascensencia suiza). Como se puede comprobar, se trata de personalidades de muy diversos orígenes y con variadas profesiones
dentro de la industria cinematográfica estadounidense.
Miembros del Comité de la Primera Enmienda encabezados por Humphrey Bogart y Lauren Bacall
En su defensa se creó el
Comité de la Primera Enmienda, formado por ilustres personajes de la
industria en favor de los Diecinueve de Hollywood. Algunos de
los nombres eran Humphrey Bogart y su esposa Lauren Bacall, Gene
Kelly, Sterling Hayden, John Huston y Thomas Mann. Pero muchos de
ellos se retractarían posteriormente para no ser incluidos en las
temidas listas negras y poder seguir trabajando. Del mismo modo, los
estudios y las asociaciones de productores, que antaño habían
defendido a sus trabajadores, acabaron por darles la espalda,
prometiendo a la Comisión que despedirían a todo el que tuviera una
sombra de sospecha roja y que no volverían a contratar a nadie con
vínculos comunistas. Fue entonces cuando las listas negras empezaron
a circular por Hollywood, determinando quién podía trabajar y quién
no. La Alianza Cinematográfica para la Defensa
de los Ideales Americanos jugó un papel importante a este respecto,
señalando abiertamente y denunciando ante la Comisión a todo aquel
que consideraban comunista. Esta asociación conservadora estaba
encabezada por la actriz metida a periodista Hedda Hopper, seguida de
actores como John Wayne o Ronald Reagan y ciertos productores. Todos
ellos mantuvieron un papel activo en la defensa de los “ideales
americanos” en Hollywood, celebrando mítines y agitando a la
opinión pública.
Pero como bien señala el
historiador Roman Gubern, «El
americanismo proclamado por la Comisión (…) no procedía de la
filosofía antiesclavista de Lincoln, liberal de Jefferson o
reformista de Roosevelt, sino que brotaba del encuentro de la América
agraria y patriarcal, bíblica y guerrera, profundamente
conservadora, con las poderosas oligarquías financiero-industriales
(…) Este curioso punto de encuentro ideológico (…) tuvo su
portavoz más autorizado en el senador Joseph McCarthy»*,
quien extendió las listas negras a funcionarios del gobierno,
militares, profesores, etc. acusando de antiamericanismo, en muchos
casos, simplemente a quienes tenían ideas progresistas, aunque nunca
hubieran sido miembros del Partido Comunista.
Es el momento de
introducir un breve extracto de la vista de la Comisión de
Actividades Antiamericanas contra Trumbo. Tras serle denegada la
petición para leer una declaración escrita previamente, la
conversación entre el presidente de la Comisión John Parnell Thomas
y el guionista Dalton Trumbo continuó en los siguientes términos:
«TRUMBO:
Querría saber qué contiene mi declaración que esta Comisión teme
que sea leída al pueblo americano.
(…)
Trumbo ofreció a la
Comisión veinte guiones que había escrito para que le indicasen los
puntos subversivos que contenía.
THOMAS: ¿Puedo preguntar
qué extensión tienen esos guiones?
TRUMBO: un promedio de
115 a 160 ó 170 páginas.
THOMAS: demasiadas
páginas.
(…)
TRUMBO: Los derechos de
los trabajadores americanos a la inviolabilidad de afiliación han
sido ganados en este país a precio de sangre y con un gran costo en
términos de hambre... Me acaba de plantear una pregunta que
permitiría que cada trabajador afiliado a un Sindicato en Estados
Unidos tuviera que identificarse aquí como miembro, y por tanto
sujeto a futuras intimidaciones o coacciones. Esa, creo yo, es una
pregunta anticonstitucional.
Posteriormente Trumbo
acusó a la Comisión de intentar identificarle como miembro del
Partido Comunista (…) momento en que se le obligó a abandonar el
estrado, cosa que hizo Trumbo gritando: ¡Este es el principio de los
campos de concentración en Estados Unidos!».*
En junio de 1949 Dalton Trumbo es declarado culpable de desacato al Congreso pues se había acogido a la Quinta Enmienda para negarse a contestar. La pena por desacato fue, para la mayoría de acusados, el cumplimiento de un año de cárcel y una multa de 1000 dólares, si bien los investigados tenían la esperanza de que, con una mayoría liberal en la Corte Suprema, la Comisión fuera declarada anticonstitucional. Pero poco después el fallecimiento de uno de los magistrados cambió el equilibro de poder en la Corte, haciendo efectivo el ingreso en prisión de los condenados en junio de 1950. Trumbo es recluído en la Penitenciaría Federal de Ashland, Kentucky. Allí coincidió con J. Parnell Thomas, el que fuera Presidente de la Comisión, condenado por evasión fiscal. Thomas y su Comisión de Actividades Antiamericanas tuvieron la desfachatez de acusar a Trumbo de antiamericano mientras él defraudaba al fisco. Pero lo más triste de todo es que la Comisión fue incapaz de demostrar nada, aunque el daño ya estaba hecho y la sociedad estaba empezando a posicionarse en contra de todo lo que oliera a comunismo.
Estando en prisión, el
actor y amigo personal de Trumbo, Edward G. Robinson sería llamado a
declarar y proporcionaría los nombres de varios compañeros de
Trumbo, incluido el suyo. Aunque en realidad no dijo nada que la Comisión no supiera ya, esto supuso la pérdida de la amistad entre
ellos. Robinson decidió colaborar para volver a ser contratado por
los estudios, pues había estado un año sin trabajar por sus
conexiones con los comunistas. Además, él no podía esconderse tras
un pseudónimo.
En abril de 1951 Trumbo
sale de la cárcel y, con una familia que alimentar, empieza a
escribir guiones de serie B por cuatro duros para productores
independientes. Se muda con su familia a un barrio más modesto donde
su esposa e hijos le ayudan a mecanografiar los guiones, hacer las
entregas, atender el correo, coger las llamadas, etc. Siguiendo con
la fórmula de productores independientes y pseudónimos, encuentra
trabajo para sus compañeros guionistas.
En marzo de 1954, Kirk
Douglas anunciaba en la ceremonia de entrega de los Oscar la ganadora
a Mejor Guión, Vacaciones en Roma (Roman
Holiday, 1953, William Wyler). Aunque firmada por Ian McLellan
Hunter estaba en realidad escrita por Dalton Trumbo. Pero es que
además, en 1957, Deborah Kerr anunció el Oscar para El bravo
(The Brave One, 1956, Irving Rapper), escrita bajo pseudónimo por
Trumbo. Al no existir el supuesto guionista, recogió el premio el
Vicepresidente de los Guionistas del Gremio de Escritores de América,
Jesse L. Lasky Jr. Es muy destacable que Trumbo escribiera buenos
guiones en aquella época convulsa, sometido a una gran presión y a
una tremenda carga de trabajo (seguía escribiendo una ingente
cantidad de guiones de Serie B), y con el riesgo de alejar a su
familia.
En los años posteriores
la táctica de delatar a compañeros sustituyó a la de la
resistencia pacífica a declarar. Quizá el nombre más famoso a este
respecto sea Elia Kazan, pero fueron multitud los interrogados que
acabaron dando nombres, engordando así las listas negras. Si bien
algunos intentaban minimizar los daños dando nombres de personas que
ya habían sido denunciadas, la Comisión tenía suficiente poder de
presión para reclamar nuevos nombres. El temor a perder el empleo y
a ser procesados por desacato al Congreso fueron los motivos
principales para esta traición. Al término de las investigaciones
más de trescientos nombres de Hollywood figuraban en las listas
negras, aunque en el punto álgido se hablaba de setecientos.
A finales de la década
de los cincuenta los estudios compraban, sabiéndolo o sin saberlo,
multitud de guiones escritos por integrantes de las listas negras. En
1958 Kirk Douglas acudió a Trumbo para que reescribiera el guión de
Espartaco (Spartacus, 1960, Stanley Kubrick). Y a finales de
año Preminger le ofreció escribir Éxodo (Exodus, 1960, Otto
Preminger). Ambas se estrenarían con el nombre de Dalton Trumbo en
los créditos, muy a pesar de la Alianza Cinematográfica para la
Defensa de los Ideales Americanos, quien fomentó piquetes en la
entrada de los cines y promovió en mítines que no se viera la
película. Tampoco pudieron impedir la exhibición de Espartaco,
que estaba basada en una novela escrita por un excomunista y
adaptada a la gran pantalla por otro. El propio presidente John
Fitzgerald Kennedy acudió a verla y la salida de la sala la elogió,
lo cual puso en evidencia la tremenda estupidez de las listas negras,
que fueron, en definitiva «una
de las muchas variantes que puede revestir la ideología y la acción
fascistas en una sociedad de capitalismo avanzado, dotada de unos
mecanismos democráticos excesivamente vulnerables y manipulables por
parte de los poderosos grupos de presión financieros, militares y
ultraconservadores que existen en su seno».*
Trumbo. La lista negra
de Hollywood se cierra con la ceremonia de entrega del Laurel de
Oro del Gremio de Escritores de América a Trumbo en marzo de 1970.
No obstante la Comisión de Actividades Antiamericanas seguiría
investigando hasta 1975, Dalton Trumbo fallecería un año después a
la edad de 70 años, habiendo recibido ya en su nombre el Oscar por
El bravo. Aún deberían pasar casi dos décadas para que su
esposa Cleo recogiera la merecida estatuilla por Vacaciones en
Roma. Entre los últimos trabajos de Trumbo
figuran títulos antibelicistas como Johnny
cogió su fusil (Johnny Got His Gun,
1971, Dalton Trumbo) y de denuncia como Papillon
(Papillon, 1973, Franklin J.
Schaffner).
Me
gustaría concluir este artículo citando otra película interesante
sobre el tema: La tapadera (The Front, 1976, Martin Ritt). La
cinta está protagonizada por Woody Allen y aborda en profundidad y
en clave de comedia el funcionamiento de las listas negras y los
pseudónimos en la década de los cincuenta. Se trata además de una
película valiente por su fecha de su estreno, recordemos que el
Comité de Actividades Antiamericanas estuvo en funcionamiento hasta
1975. Y no sólo por eso, hay que destacar que el director, el
escritor y parte del reparto de La tapadera fueron miembros de
la lista negra en los años cincuenta, lo cual tiene un gran mérito.
*Citas extraídas del libro La caza de brujas en Hollywood.
Román Gubern. Editorial Anagrama. Barcelona. 1987.