Oscar a Mejor Película,
Mejor Director, Mejor actor, Mejor vestuario y Mejor Banda Sonora;
tres Globos de Oro incluyendo el de Mejor Película, premio a Mejor
Actor en el Festival de Cannes, siete BAFTA incluyendo el de Mejor
Película, Goya a la Mejor Película europea y un sinfín de premios
y reconocimientos más. The Artist se erigió como una de las
mejores, sino la más, películas del año 2011. Como ya han pasado
varios años este artículo no pretenderá generar interés por la
película para que quienes no la hayan visto se animen, sino que me
limitaré a analizar The Artist y trataré de explicar su
relación con eso que los estudiosos llaman la Historia del Cine, con
mayúsculas.
A simple vista The
Artist (2011) puede parecernos un simple melodrama, pero su forma (muda
y en blanco y negro) nos avisa de que no es así. Este film explica
el paso del cine silente al cine sonoro y lo hace adoptando en su
propia forma fílmica cómo fue ese proceso tan convulso de la
historia del cine. O dicho de otra manera, en la narración de la
propia película se establece un paralelismo con lo que fue el
proceso de adaptación al cine sonoro. La película también relata
cómo los artistas del cine mudo se quedan atrás y otros nuevos que
se incorporan. Actuar sin sonido exigía sobreactuar, algo que con el
sonido ya no es aceptable. Los actores de la vieja escuela son
olvidados y sustituidos por nuevas caras, pero sobre todo, voces.
Queda claro por tanto que el protagonista de esta película no está
encarnado por ningún actor. Hollywood tiene reservado el papel
principal puesto que The Artist relata un pedazo de la
historia del propio Hollywood.
La trama de The Artist
nos sitúa en 1927. George Valentin es un famoso actor del cine
silente con un bigote peculiar que nos recuerda a Clark Gable. La
película se abre con una secuencia perteneciente al film que
Valentin acaba de estrenar. La escenografía rememora la ciudad
subterránea de la Metropolis de Fritz Lang. Las referencias a
películas clásicas son constantes y no sólo en la similitud de los
decorados, sino también en la iluminación, la puesta en escena y la
tipología de los planos. Incluso en ciertos momentos la película
adquiere tintes del considerado primer melodrama de la historia del
cine, Sunrise (1927) de F.W. Murnau. The Artist es un
continuo tira y afloja entre el sonido y el silencio. De hecho, la
primera frase de la película, y que aparece escrita en un
intertítulo, es “¡No hablaré! ¡No diré ni una sola palabra”.
Esta frase la pronuncia Valentin mientras es torturado dentro de su
película, pero sirve de claro reflejo de lo que él mismo pensará
cuando el cine sonoro se aproxime.
El torrente de aplausos
que recibe tras el estreno de su última película y los numerosos
fans que aguardan en el exterior del teatro corroboran su fama. Una
de las chicas que se agolpan en la alfombra roja para acercarse a
Valentin cae a los pies de la estrella y tiene la suerte de
fotografiarse con él. La afortunada es Peppy Miller, una adorable
joven enamorada de Valentin y deseosa de convertirse en actriz.
Ilusionada por este encuentro la muchacha acude a los estudios de la
Kinograph, donde trabaja Valentin, para aparecer de extra en alguna
película. Casualmente ambos comparten unos minutos en pantalla y
Valentin queda prendado. En una secuencia de montaje observamos cómo
la jovencita Peppy Miller va escalando en la industria, su nombre
aparece cada vez más arriba en la carta de créditos. Unos años más
tarde, en 1929, George Valentin se encuentra rodando una película de
acción con espadachines y demás, muy a lo Douglas Fairbanks, cuando
su productor lo llama para que asista a un sound test. La
sombra de los talkies se cierne sobre nuestro personaje que,
de igual modo que hizo Charles Chaplin, desprecia el sonoro. El
productor jefe de los estudios le avisa de que es el futuro, pero
Valentin hace oídos sordos.
Tras estas pruebas de
audio, en la propia The Artist asistimos a un primer encuentro
de George Valentin con el sonido. Estando en su camerino nota el
efecto de sonido de un vaso al apoyarse en la mesa. Intenta hablar
pero no puede. Sólo se oyen sonidos, un ladrido, un teléfono,
pasos, risas, viento... Era una pesadilla. Al comienzo del sonoro,
allá por 1926, lo único que se podían introducir eran efectos de
sonido. Un ejemplo de ello es la película de Alan Crosland Don
Juan. Al año siguiente el mismo Crosland realizó El cantor
de jazz, que además de una banda de música sincronizada como
Don Juan incluía sonido directo, es decir, algunas líneas de
diálogo de los actores. Pese a no ser un talkie en su
totalidad, es considerada la primera película sonora de la historia.
Retomando The Artist,
a la mañana siguiente de la pesadilla de Valentin, la Kinograph
abandona la producción de películas mudas para dedicarse
exclusivamente a los talkies. “La gente quiere caras nuevas,
caras que hablen”, ladra el productor. Valentin es despedido y se
dispone a producir, dirigir y protagonizar personalmente una película
muda. Peppy Miller, por contra, se convierte en la gran estrella de
la Kinograph. Sus palabras “La gente está harta de viejos actores
gesticulando delante de la cámara” condensan a la perfección la
realidad de aquella época. El público deseaba oír hablar a los
personajes de la pantalla, la sobreactuación del cine mudo había
llegado a su fin.
La película muda de
Valentin, Lágrimas de amor, es un fracaso. Por si esto fuera
poco, el crash del 29 deja sin nada a la vieja gloria. La
escena que de este filme se muestra en The Artist es una
metáfora de lo sucedido. El protagonista de Lágrimas de amor
(Valentin) se hunde en unas arenas movedizas y muere sin poder hacer
nada. El cine sonoro se llevó consigo a un sinnúmero de actores que
ya no tenían cabida en la industria. Fueron sustituidos por gente
joven y con buena voz. De nuevo Peppy Miller ofrece el contrapunto,
su película El lunar es un éxito, ya es una super estrella
de Hollywood.
De nuevo la película da
un salto y avanza hasta 1931. Un Valentin arruinado que no tiene ni
para alcohol y que ha sido abandonado por su mujer, vive del dinero
que saca con las pertenencias que empeña. Tras una subasta en la que
se deshace de todo decide también despedir a su mayordomo, al cual
hacía un año que no pagaba. The Artist nos enseña a un
Valentin acabado, ha descuidado su bigote y los trajes que lleva ya
no son tan elegantes e incluso no le quedan bien de talla. Da la
sensación de que nuestro actor se ha empequeñecido, ya no es nadie,
pasea por la calle y nadie le reconoce, ha bajado del Olimpo de los
dioses para desaparecer entre los mortales. La depresión de Valentin
es tal que ahoga sus penas en alcohol y se obsesiona viendo sus
exitosas películas mudas como Gloria Swanson hacía en El
crepúsculo de los dioses. En un arrebato de furia destroza sus
películas y las prende fuego. De no ser por su fiel perro, Uggie, la
vieja estrella del cine mudo habría muerto rodeado de su obra. Lo
único que se salva del incendio son las tomas falsas de su primer
encuentro con Peppy Miller en la gran pantalla.
La buena de Peppy lo
visita en el hospital y decide llevárselo a casa para cuidarlo ella
misma. Un día Valentin descubre todas sus pertenencias de la subasta
en una de las habitaciones. La vieja gloria a punto está de quitarse
la vida, suerte que la señorita Miller llega a tiempo y se lo
impide. Clásico clímax. Ambos van a hacer una película, un musical
en el que bailarán claqué al estilo de Cantando bajo la lluvia.
Película que por cierto trata también sobre la transición del cine
mudo al sonoro y las consecuencias que ello tuvo sobre los actores,
viejos y nuevos.
Tras el intento de
suicidio, el director Michel Hazanavicius deja muda The Artist
durante unos minutos. “El cine sonoro ha inventado el silencio”
dijo una vez Robert Bresson. Así es, tras casi hora y media
escuchando una banda sonora de repente The Artist se vuelve
silente completamente, es la calma que llega después de la tormenta.
La banda sonora había sido muy densa y había creado una sensación
de profunda angustia en los instantes previos al intento de suicidio.
Esos minutos de silencio cumplen una doble función, relajar los
saturados oídos del espectador y a la vez generar una cierta
inquietud o suspense sobre lo que va a suceder a continuación.
Finalmente en la última
escena de la película, que corresponde a un fragmento de la película
sonora que George Valentin y Peppy Miller protagonizan, el sonido
hace su aparición en The Artist, y lo hace en este orden.
Primero pasos de claqué, es decir, efectos de sonido. Y segundo, las
voces de los actores, es decir, líneas de diálogo. A su vez esta
segunda división se puede subdividir de nuevo en dos, puesto que
antes de oírles hablar les oímos respirar. La entrada del diálogo
se retrasa todo lo posible. “Será un placer”, es la única frase
que George Valentin pronuncia en toda la película, y lo hace
respondiendo a la petición del productor de repetir la toma. El cine
sonoro se ha instaurado, estamos a comienzos de la década de 1930.
The Artist permitió algo de sonido en la escena del camerino
correspondiente con los primeros experimentos que hacía el cine con
esta tecnología. Ahora, al final del metraje, The Artist abre
la puerta y deja paso definitivamente al sonido.
*Calificación: 10/10. The
Artist es de
esas películas que un amante del cine ve con cariño y a la vez
ansia, al intentar descubrir las fuentes de inspiración de los
cineastas. Por otro lado, el metacine es siempre interesante, y más
si nos permite viajar a épocas ya lejanas en la Historia del Cine,
con mayúsculas.
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